Amor
Incondicional
Los pasajeros
del ómnibus, lo observaron compasivamente cuando el atractivo joven del bastón
blanco subió con cuidado los escalones. Le pagó al conductor y, usando las
manos para percibir la ubicación de los asientos, caminó por el pasillo y
encontró el asiento que, según él le había dicho, estaba vacío. Luego se
acomodó, colocó su maletín sobre las rodillas y apoyó el bastón contra su
pierna.
Hacía un año
que Sungmin, de 24 años, se había quedado ciego. Debido a un diagnóstico
equivocado, había perdido la vista, y de repente se había sentido arrojado a un
mundo de oscuridad, rabia, frustración y autoconmiseración.
Dado que antes
había sido un hombre orgullosamente independiente, ahora Sungmin se sentía
condenado, por esta terrible vuelta del destino, a ser una carga impotente y
desvalida para todos los que la rodeaban. "¿Cómo pudo pasarme esto?",
se quejaba, con el corazón lleno de cólera. Pero a pesar de cuánto llorase, el
sabía cuál era la dolorosa verdad: nunca más volvería a ver. Una nube de
depresión se cernía sobre el espíritu de Sungmin, antes tan optimista.
El sólo hecho
de vivir cada día era un ejercicio de frustración y cansancio. Y sólo podía
aferrarse a su esposo, Kyuhyun.
Kyuhyun era un
oficial de la Fuerza Aérea, y amaba a Sungmin con todo su corazón. Al perder el
la vista, notó cómo se hundía en la desesperación y decidió ayudarlo a reunir
las fuerzas y la confianza necesarias para volver a ser independiente. La
experiencia militar de Kyuhyun, lo había entrenado muy bien para manejar
situaciones delicadas, pero él sabía que aquella era la batalla más difícil que
iba a enfrentar.
Finalmente,
Sungmin se sintió preparado para volver a su trabajo, pero, ¿cómo llegaría
hasta allí? Estaba acostumbrado a tomar el ómnibus, pero ahora se encontraba
demasiado asustado como para ir por la ciudad por sí solo. Kyuhyun se ofreció a
llevarlo en el auto todos los días, aún cuando trabajaban en extremos opuestos
de la ciudad. Al principio, esto reconfortó a Sungmin y cubrió la necesidad de Kyuhyun
de proteger a su esposo ciego, que se sentía tan inseguro para realizar la
acción más insignificante. Sin embargo, Kyuhyun pronto se dio cuenta de que ese
arreglo no funcionaba... era problemático y costoso. "Sugmin tendrá que
empezar a tomar el ómnibus de nuevo", admitió ante sí mismo. Pero sólo
pensar en mencionárselo lo hacía estremecer.
El todavía
estaba tan frágil, tan lleno de rabia, ¿cómo reaccionaría? Tal como Kyuhyun
había previsto, Sungmin se horrorizó ante la idea de volver a tomar el ómnibus.
"¡Estoy ciego!, explicó con amargura, ¿cómo se supone que voy a saber a
dónde me dirijo?, siento que me estás abandonando". A Kyuhyun se le rompió
el corazón al oír esas palabras, pero él sabía lo que debía hacerse. Le
prometió a Sungmin que, por la mañana y por la noche lo acompañaría en el
ómnibus todo el tiempo que fuera necesario hasta que el se sintiera seguro. Y
eso fue exactamente lo que ocurrió.
Durante dos
semanas enteras, Kyuhyun con uniforme militar y todo, acompañó a Sungmin en el
viaje de ida y vuelta al trabajo. Le enseñó cómo apoyarse en sus otros
sentidos, en especial el oído, para determinar dónde se encontraba y cómo adaptarse
a su nuevo entorno. Lo ayudó a entablar amistad con los conductores, quienes se
ocuparían de el y le guardarían un asiento. Lo hizo reír, incluso en aquellos
días no tan buenos en que tropezaba al bajar del ómnibus, o tiraba su maletín
lleno de papeles en el pasillo. Todas las mañanas hacían el recorrido junto y
Kyuhyun tomaba un taxi para volver a su oficina. Aunque esta rutina resultaba
más cara y cansadora que la anterior, Kyuhyun sabía que sólo era cuestión de
esperar un tiempo más antes que Sungmin estuviera capacitado para viajar en
ómnibus por su cuenta. Creía en el, en el Sungmin que él había conocido antes
de que perdiera la vista, el que no le temía a ningún desafío y jamás se
rendía.
Por fín,
Sungmin decidió que estaba listo para hacer el intento de viajar solo. Llegó la
mañana del lunes y, antes de irse, el abrazó a Kyuhyun, quien era su compañero
de viajes en ómnibus, su esposo, y su mejor amigo. Tenía los ojos llenos de
lágrimas de gratitud por su lealtad, su paciencia y su amor. Se despidieron y,
por primera vez, cada uno tomó un camino distinto. Lunes, martes, miércoles,
jueves... todos los días le fue muy bien, y Sungmin jamás se sintió mejor ¡Lo
estaba haciendo! ¡Estaba yendo a trabajar por su cuenta!
El viernes por
la mañana, Sungmin tomó el ómnibus como de costumbre. Al pagar el boleto, el
conductor le dijo: "Caramba, de veras lo envidio". Sungmin no supo si
le estaba hablando a el o no. Después de todo, ¿quién iba a envidiar a un ciego
que había encontrado el coraje de vivir durante el año anterior? Intrigado
preguntó al conductor: "¿Por qué dice que me envidia?", el conductor
respondió: "¿Sabe? todas las mañanas durante la semana pasada, un
caballero de muy buen aspecto, con uniforme militar, ha estado parado en la
esquina de enfrente, observándolo mientras usted baja del ómnibus. Se asegura
que cruce bien la calle y lo vigila hasta que entra en su edificio de oficinas.
Luego le envía un beso, le hace un pequeño gesto de saludo y se va. Usted es un
hombre afortunado. Lágrimas de felicidad rodaron por las mejillas de Sungmin.
Porque aunque el no podía verlo físicamente siempre había sentido la presencia
de Kyuhyun. Era afortunado, muy afortunado, pues él le había hecho un regalo
más poderoso que la vista, un regalo que el no necesitaba ver para creer en su
existencia. El regalo del amor que puede llevar la luz donde ha habido
oscuridad.
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